¡Te quiero hija! Gritaba con amor mientras de brazos abiertos se acercaba para abrazar a su pequeña. Ella, frunciendo el ceño y entre murmullos se deja oír diciendo: ¡Déjame tranquila! mientras se levanta y se aleja dejando a su padre con los brazos extendidos.
Él es un padre amoroso, atento, siempre dispuesto a ayudar a sus hijas; las ama sin condiciones ni restricciones! Imperfecto, como todo ser humano pero con un corazón gigantesco presto a perdonar con amor y velar por el bienestar de los suyos sin esperar nada a cambio. ¡Que maravilloso amor!
Más de una vez rechazado por sus hijas, esposa y familia. ¿Cómo no estar destrozado?.
Me pregunto: ¿Cómo un padre puede amar con tanta intensidad a sus hijos abriendo paso al perdón? ¿Cómo puede reconstruir su corazón luego de experimentar el dolor del rechazo?.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevo él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados.
Isa 53: 3-5.
Isa 53: 3-5.
¿Cuánto más rechazaremos al Señor?.
¿Cuánto más esconderemos el rostro de aquel que nos amo tanto, y de tal manera que envió a su hijo unigénito a morir por nosotros?.
¿Hasta cuándo huiremos de la presencia del Señor?.
¿Qué esperamos para responder a su llamado?.
Llegara el momento en el que nuestros ojos no verán la luz del Señor, nuestros oídos se ensordecerán y nuestros corazones se enfriaran de tal manera por el pecado que su voz no podrá calentar nuestras almas.
Mi sacrificio es nada, comparado a lo que Cristo sacrificó por amor.
Mi dolor es dulce alabanza en comparación al sufrimiento que experimento el Señor.
Es nuestro turno de ponernos en sus zapatos, de andar como él anduvo aunque su talle sea extraordinariamente mayor que el nuestro.
y ¡QUE MARAVILLOSO AMOR!
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